FacebookTwitteremailPrint Una empresa líder en servicios de limpieza y mantenimiento decidió, entre sus acciones inclusivas, promover el empleo de personas beneficiarias de planes sociales desempleadas, y para ello lanzó una campaña que incluyó unas 500 entrevistas, con aquellos que aceptaban la misma con fines laborales. Muchos se autoexcluyeron con el argumento de que perdían el […]
Una empresa líder en servicios de limpieza y mantenimiento decidió, entre sus acciones inclusivas, promover el empleo de personas beneficiarias de planes sociales desempleadas, y para ello lanzó una campaña que incluyó unas 500 entrevistas, con aquellos que aceptaban la misma con fines laborales. Muchos se autoexcluyeron con el argumento de que perdían el plan y el trabajo no era seguro.
Entre los 500 que se inscribieron sólo el 6%, o sea 30 de ellos, siguió adelante con el proceso de selección inicial de capacitación y se los incorporó al mercado del trabajo. El resto abandonó el proceso de búsqueda y selección sin ninguna explicación.
Nada ha crecido tanto en nuestro país como la pobreza y la indigencia unida a las organizaciones sociales que en principio reclaman oportunidades o fuentes de trabajo, pero en rigor, buscan planes sociales y su ajuste, y por ende son subsidiadas por el Estado.
Obsérvese, que en la actual gestión, de las agrupaciones sociales se ocupa un ministerio de alta complejidad a cargo de Carolina Stanley que comprende una parte importante del presupuesto nacional y el ministerio que debía ocuparse de la promoción y de la protección del trabajo y de la empleabilidad de los desocupados y excluidos fue degradada a secretaría, subordinado al Ministerio de la Producción y el Empleo. Es más, los grupos piqueteros formarán parte de la realidad social política y de gestión de los próximos gobiernos, con voz y voto en las decisiones.
En la actualidad, con más de 8.500.000 subsidios, se supera la cantidad de personas que trabajan registradas en relación de dependencia que rondan los 6.000.000. En cualquier caso, entre doce y catorce millones de personas económicamente activas deben soportar alrededor de veinte millones que viven de subsidios, jubilaciones, pensiones y prestaciones similares. Más del 40% de los subsidiados tienen alguna actividad no registrada, generalmente de baja calificación, como servicio doméstico, recuperadores urbanos, auxiliares de servicios, jardineros, y hasta auxiliares de los golfistas.
Obsérvese, que en los países centrales existen los planes sociales, pero todos ligados a los sistemas de educación y capacitación con salida laboral, fomentando en forma sistemática la empleabilidad. En los Estados Unidos existen hoy cincuenta millones de personas subsidiadas, entre desempleados, víctimas de adicciones, ex combatientes, y grupos étnicos excluidos o marginados. Sin embargo, y al mismo tiempo estos países cuentan con economías dinámicas y en permanente innovación y crecimiento.
En nuestro país, los grupos piqueteros y las agrupaciones sociales son la negación del trabajo, sea por falta de oportunidades, sea porque se ha fomentado por alguna vía a menudo inescrupulosa, el crecimiento de estos grupos que son manipulados por líderes sociales o políticos, en el contexto de un círculo vicioso que se convirtió con el tiempo en un callejón sin salida.
Un grupo de poder como el de los piqueteros, también llamado factor de poder o agente de poder, son un conjunto de personas o entidades privadas, usualmente reunidas por un interés común, que tiene poder y peso social en determinados sectores de la sociedad.
Utilizan su potencial para poder forzar las decisiones que toma el Estado a su favor, no obstante el Estado a la hora de decidir, puede prescindir de su consulta, teniendo en consideración cuanto puede afectar a estos grupos sus decisiones.
En ocasiones el poder con el que cuenta el grupo proviene de una notable concentración de fuerza, capital, cantidad de personas o conocimiento e información y a veces notoriedad o prestigio institucional. Los grupos de poder pueden permanecer ocultos, aunque existen excepciones. Hasta ahora, los factores de poder eran las congregaciones religiosas, las organizaciones supranacionales, las corporaciones, las centrales sindicales, las sectas, y otras.
En los últimos años se anexaron los carteles de la droga, los movimientos sociales, las asociaciones profesionales y ONG.
En nuestro caso, los planes sociales cobrados en gran parte por los interesados, ahora trascendió que una buen a cantidad son administrados por los líderes, que los utilizan para organizar las movilizaciones, y para manipular a menudo a los beneficiarios, tomando decisiones por ellos, respecto de las medidas o acciones que deben realizar, como los acampes, y en ocasiones las campañas de obtención de beneficios de empresas, supermercados, y de empresas que producen productos de la canasta familiar.
En un escenario como el descripto, adónde quedó la cultura del trabajo y del esfuerzo, que en gran medida heredamos de nuestros ancestros, sean criollos o inmigrantes, y que partían de la premisa de que todo sacrificio tiene premio.
En algún momento, esta matriz fue reemplazada por sumergirse en el status quo actual, sin espíritu de superación, que se retroalimenta por las necesidades insatisfechas la exclusión y la desigualdad y sometidos a las reglas de quienes no hacen ninguna acción concreta por fomentar los puentes hacia la búsqueda de un empleo digno. Un modelo que no tiene destino.
La cultura del esfuerzo, la perseverancia y la constancia sumado al conocimiento de las nuevas tecnologías en un contexto de crecimiento es el escenario constructivo del futuro a través del cual se puede vencer a la pobreza y se logran ingresos crecientes, en función de los cuales la persona sale de la exclusión, y trepa los distintos escalones de la clase media.
JULIÁNDE DIEGO Profesor de Derecho del Trabajo y Director del Posgrado UCA