FacebookTwitteremailPrintMuchas veces se ilusionó con una ocasión así. Tantas veces pensó en grande y se armó para las conquistas. Fueron, en definitiva, las mismas veces que se dio la cabeza contra la pared por una dañina decepción. Una y otra. Es curioso, irónico también, pero Colón está cerca de su momento más glorioso cuando se había armado […]
Muchas veces se ilusionó con una ocasión así. Tantas veces pensó en grande y se armó para las conquistas. Fueron, en definitiva, las mismas veces que se dio la cabeza contra la pared por una dañina decepción. Una y otra. Es curioso, irónico también, pero Colón está cerca de su momento más glorioso cuando se había armado para no irse al descenso.
La final de la Copa Sudamericana, esta tarde, a las 17.30 en Asunción, frente a Independiente del Valle, podrá desterrar todo sentimiento de vacío y, a la par, confirmar que aquellas, tristezas después de todo, valieron la pena. El nuevo formato que decidió la Conmebol, único partido en cancha neutral, hace más emocionante la búsqueda de Colón.
Santa Fe precisa un impacto del fútbol. Y Colón está a centímetros de conseguirlo tras 114 años de vida. Unión, que este año parecía mejor con mejor perspectiva para lo que vendría, sigue atento una escena de la que no existe registro. Ni Colón ni Unión fueron campeones en primera. Mucho menos del otro de la frontera. Una aclaración: no es que la conquista de Central, en la Conmebol 1995, no haya sido tomada como santafesina. Pero se sabe que todo lo que pasa en Rosario. parece quedar en Rosario.
Esta, de concretarse, será una gesta de punta a punta de la provincia. De las grandes ciudades, pero también de los pueblos que aún se enteran de las noticias por una radio apilas. Los hay. A no dudarlo.
Santa Fe precisa un éxito del fútbol. Fuerte. Estruendoso. Tan poderoso como fueron los puños de Carlos Monzón. Con tanto talento como un drive de Guillermo Coria. Tan potente como un bloqueo de Andrés “Chapu” Nocioni. Tan veloz como la aceleración en una recta de Carlos Reutemann. Tan armoniosa como una corrida de Luciana Aymar. Cuna de grandes, como puede verse en el pintoresco museo del Deporte inaugurado el 7 de septiembre pasado, los sabaleros ruegan por ver dentro de poco allí la estrella rojinegra.
La provincia está revolucionada. Hoy quedará paralizada. Los fieles colapsaron las rutas y la frontera con Paraguay. Fueron en autos y en alrededor de 350 micros. Hasta en bicicleta, como Jorge Nini, al que no temblaron las piernas para emprender un pedaleo de 700 kilómetros. Mucha gente lo ayuda en la travesía y la Conmebol ya avisó que le reservó un ticket para su llegada. No sorprendían -o sí, mejor dicho- los casi diez kilómetros de fila para moverse apenas unos metros para cumplir con la documentación. Ahí gana Colón: hasta ayer Independiente del Valle apenas había vendido 2000 entradas.
“Llegamos acá por méritos propios. Todos los partidos se ganaron bien. No ilusionamos paso a paso. Es emocionante ver cómo el entusiasmo gana las calles de Asunción con nuestros colores. Serán unos 37.000, pero parecen 50.000”, se emocionó el presidente José Vignatti.
El camino deportivo fue duro porque Colón convive con un flaco promedio y todavía corre peligro su permanencia en la Superliga para la próxima temporada. El campeonato local no le deparó buenos resultados y el entrenador Pablo Lavallén caminó más de una vez por la cornisa. A decir verdad, para eso se había concentrado el equipo: los que estaban y los que llegaron. El objetivo era la permanencia hasta que paso a paso se fue avanzando en la competencia sudamericana. Lavallén se sostuvo en el cargo por una competencia que lentamente enamoró a los santafesinos. De él también es esta gran historia, por supuesto, si hasta ahora se lo menciona en Racing como posible sucesor de Eduardo Coudet.
Ya algo se intuía a partir de los octavos de final, tras haber eliminado por penales a Argentinos Juniors. Fueron las manos mágicas del uruguayo Leonardo Burián las que aseguraron la clasificación. Zulia, de Venezuela, quedó como un rival de poca resistencia. Y en las semifinales apareció el otro muchacho de la historia: Luis “Pulga” Rodríguez, que a principios de año dejó la zona de confort en Atlético Tucumán y, a los 34, se animó a la aventura. En Santa Fe, un gol suyo consiguió la victoria por 2-1. En Belo Horizonte, su tanto llevó a la definición por penales ante Atlético Mineiro. Y su ejecución, con saltito y sonrisa antes de que entrara la pelota, liberó el estallido hasta la final, después de otra noche consagratoria de Burián, claro. El Pulga encontró un socio ideal en el colombiano Wilson Moreno, la otra carta de gol.
Colón está a punto de superar su propio límite. Si lo consigue, su vida habrá cambiado para siempre.