El astro argentino nació el 30 de octubre de 1960 en el policlínico “Evita” de Lanús, y fue el quinto hijo del matrimonio de Diego Maradona y Dama Salvadora “Tota” Franco, que vivían en una humilde casa de Villa Fiorito.
El 30 de octubre de 1960
nacía un pequeño de grandes rulos y cargado de ilusiones. De Villa Fiorito y
bien de abajo, Diego se formó rodeado de mucho amor por sus padres y sus
hermanos, pero rodado de carencias a la hora de tener un casa y un plato de
comida todas las noches, aunque como él cuenta, nunca le faltó nada por que Don
Diego y Doña Tota se encargaron de eso.
Desde chico siempre tuvo una ilusión: ser jugador de fútbol.
Y de apoco eso fue creciendo, en su paso por Cebollitas ya se convirtió en un
jugador a mirar y el día que debutó en la cancha de Argentinos Juniors fue el
momento en el que todos se dieron cuenta que nacía un crack.
Un par de años en el
“Bicho” bastaron para convocar a los grandes del mundo, en especial
luego de ser campeón del mundo juvenil en 1979, aunque antes de conquistarlo
todo, cumplió uno de sus primeros objetivos, jugar en Boca y ser campeón, en
1981.
De ahí a Barcelona, sin escalas y con apenas 22 años. Un pase
millonario, su experiencia en España no fue la mejor. Lesiones, suspensiones,
conflictos y el inicio de su contacto con las drogas, que lo condenaron varias
veces en su vida. Sin embargo, dos años más tarde iba a encontrar su lugar en
el mundo cuando sorprendía con el pase a Napoli.
La revolución en San
Paolo, los dos títulos de liga italiana y la Copa de la UEFA fueron el legado
en vitrinas que dejó Maradona, pero que poco se compara con lo que le regaló a
cada hincha y a cada napolitano con su forma de ser, su convicción de enfrentar
a los poderosos y de ser el emblema de un equipo chico, que paso a ser casi un
grande.
Entre todas esas situaciones, el momento y el recuerdo más
dorado de su vida. En 1986 capitaneó a la Selección Argentina en el Mundial de
México donde iba a marcar su pagina en el libro de historia del fútbol para
siempre. “La Mano de Dios”, “El Gol del Siglo”, otros tres
goles y unas cinco asistencias para cerrar la mejor actuación de jugador en
este torneo y la ansiada Copa del Mundo en sus manos.
Con la llegada de los ’90,
su vida cambió drásticamente. El Mundial de Italia y la obtención del segundo
Scudetto llegaron en un momento justo, pero en medio de un conflicto con el
club y con la ciudad de Napoles, que derivaron en una salida conflictiva y una
primera suspensión de doping positivo.
Sevilla y Newell’s estuvieron en el camino antes de Estados
Unidos ’94 donde llegaría el momento más doloroso y la recordada frase:
“Me cortaron las piernas”. Un segundo doping y afuera del Mundial lo
llevaron a entrenar por primera vez a un equipo y lo hizo con Mandiyú y luego
Racing. Pero en 1996 volvió a su gran amor, Boca Juniors, donde jugó por dos
años hasta que puso punto final a su carrera.
Tras años fuera del ambiente, la vida de Maradona pasó por el descontrol. Los conflictos familiares profundos, sumados a las denuncias y al exceso en el consumo de las drogas lo llevaron a un momento delicado de su vida donde se internó en una clínica de Cuba para volver mejor que antes, y pudo superarlo.
Ya en el 2009, reactivó su
vida en el fútbol. La Selección Argentina lo tuvo como entrenador y tras el
Mundial de Sudáfrica 2010 pasó su vida por Medio Oriente con Al Wasl y
Fujairah, hasta que llegó a Dorados de Sinaloa y de ahí se dio lo que nadie
esperaba. Gimnasia de La Plata le abrió sus puertas para que vuelva a disfrutar
del fútbol de su país y la gente que lo ama.
Este 30 de octubre no solo es distinto por sus 60 años, sino
porque además este día se vuelve a jugar la liga local y el “Lobo”
abre el campeonato con el “10” en el banco, que rodeado de amor y de
toda su gente, pasa uno de los mejores momentos de su vida, tras haber superado
varias tormentas en este siglo.