El turismo en la Ciudad se redujo a una mínima expresión y el 70% de los establecimientos siguen cerrados. Algunos hoteleros tienen que resignarse a deshacerse de ellos.
Patricia creció y dio sus primeros pasos laborales en este hotel de dos estrellas fundado en 1967 en la zona de Congreso. Jamás se imaginó que sería ella la que pondría el cartel de “Cerrado” a la empresa familiar. Pero la pandemia logró lo que medio siglo de crisis cíclicas no pudieron y hoy el establecimiento está en venta, aunque sin ningún interesado en comprarlo.
“Quisimos reconvertirlo en un hotel para pacientes con Covid, pero el Gobierno de la Ciudad necesitaba uno que tuviera más habitaciones, así que nos quedamos sin esa opción”, recuerda Patricia. Sin ningún ingreso posible, la única alternativa viable fue cerrar. Una decisión que su administradora sufre y lamenta, en buena parte por los empleados, algunos con casi tres décadas en el hotel. “Es muy difícil porque se mezclan sentimientos de apego y tenés la memoria de momentos de felicidad -rememora-. Estoy acá desde chica, atendí en la recepción, ayudé en el desayunador”.
“Más de 15 hoteles porteños cerraron sus puertas de forma definitiva entre noviembre y enero. Otros están a la venta y hay fondos de inversión interesados en comprar”. Lo cuenta Gabriela Akrabian, vocera de un rubro que este mes se quedó sin la ayuda estatal del ATP para pagar salarios, enfrenta la temporada baja sin ningún resto, y a eso le suma el temor a una segunda ola de contagios de Covid-19.
Los cierres son la punta del iceberg que es la delicada situación en la que está la hotelería porteña: sólo una fracción de los empresarios accede a bajar la persiana definitivamente, aunque la mayoría esté en caja cero, las reservas no superen el 8% de su capacidad y el 70% de los establecimientos siga fuera de servicio.
“No es fácil cerrar definitivamente un hotel: hay que indemnizar, ver qué se hace con el edificio, cómo tapiarlo para que no quede en estado de abandono. Es todo un tema legal, jurídico y contable”, explica Akrabian, presidenta de la Cámara de Hoteles en la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC).
En ese panorama, es aún más significativo el creciente interés que se observa en los hoteleros por desprenderse de los establecimientos. También lo nota Graciela Fresno, titular de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (FEHGRA).
Sólo en el sitio de Argenprop se ofrecen 181 hoteles en venta en la Ciudad, aunque se incluyen algunos que están funcionando y, también, edificios con potencial para transformarse en un hotel. Entre los que ya lo son hay de todo tipo: familiares, de pasajeros; clásicos o boutique; de una, dos, tres y hasta cuatro estrellas.
Hay uno de cuatro estrellas en venta, ubicado en la City bancaria y publicado por la inmobiliaria LJ Ramos. Piden 17 millones de dólares por la propiedad, de 15 años de antigüedad y cien habitaciones, aunque no dan su dirección exacta ni incluyen fotos. En el aviso se indica que la información es “confidencial”. La mayoría de los hoteleros que deciden vender no quieren revelarlo. Detrás de cada operación existe la posible pérdida del empleo de varios trabajadores, algunos con años de antigüedad.
Otro de los hoteles ofrecidos, en este caso por Figueroa Propiedades, tiene 65 habitaciones y está ubicado cerca de Plaza de Mayo, pero no se aclara la cantidad de estrellas ni el precio, que hay que consultar por privado.
“Hay necesidad de vender: ya no se soporta la carga que significa tener un establecimiento cerrado desde marzo, con un horizonte difícil de prever. Eso no significa que haya demanda para todos”, advierte Fresno, desde FEHGRA. Y aclara: “En general los hoteles no se cierran, sino que se transfieren, o se venden para otro tipo de emprendimientos”. Esa oferta tiene un límite: el que impongan las características mismas del establecimiento, su ubicación, su distribución edilicia.
“Es muy complicado reconvertir los hoteles en otra cosa, aunque algunos empresarios lo logren. Lo que sí se está evaluando es mantenerlos sin funcionar al menos hasta febrero o marzo mínimo, si es que en ese momento se activa la demanda de pasajeros internacionales”, analiza Javier Vigliero, presidente de la filial porteña de la Asociación de Hoteles de Turismo (AHT), que agrupa establecimientos de cuatro y cinco estrellas, y cinco estrellas de lujo.
“Reabrir un hotel es súper costoso, más aún si es grande. Hay que mantener estructuras amplias, pagar los sueldos al 100% y afrontar los aumentos que hubo y habrá”, precisa Vigliero. Esos incrementos no son sólo de tarifas: también de servicios para mantener en pie el lugar, que deben seguir abonándose incluso con el establecimiento cerrado. “Se actualizaron los valores de mantenimiento de ascensores, escaleras, instalaciones contra incendios”, enumera Akrabian.
Los hoteles chicos tampoco la tienen fácil. “Abrimos si hay alguna reserva. Si no, cerramos. Prácticamente no hay consultas ni llamados. Sumale que ahora no hay más ATP. El panorama es sombrío”, lamenta Guillermo Imach, dueño de Purobaires, una propuesta boutique a pocas cuadras de Plaza Serrano.
“Sacando las cadenas, el 75% de los hoteles son PyMEs -remarca Akrabian-. Bajar la persiana no es sólo cerrar un negocio: es cortar la propia fuente de ingreso, despedir gente que está hace 10 o 20 años. Es frenar una historia de décadas”.
Muchas de estas PyMEs son empresas familiares, como Atlas Tower Hotel, un tres estrellas que sigue cerrado, pero dando pelea en Corrientes casi Callao. Lo administra Mariano Bula, hijo de Norberto, dueño del emblemático cine Lorca y cofundador de este establecimiento de 72 habitaciones, que solía alojar a Los Nocheros o a los invitados del BAFICI.
“Abrimos en octubre de 2001, dos meses antes de la crisis, pero ahora es peor que en ese momento. Tenemos 19 empleados y la caja en cero hace casi un año”, resume Mariano. Para sobrevivir, pidieron dos créditos, se postularon al ATP pero no siempre lo recibieron, se dejaron abrazar por la solidaridad familiar.
“Tenemos a todos colaborando, una prima oftalmóloga y otra psicóloga, mi hermana psiquiatra: todas se hicieron un tiempo para ir a resolver roturas o descolgar cortinas y llevarlas a limpiar. Esos imponderables para los que ahora no hay personal”, cuenta Mariano con orgullo, aunque también alerta: “No sé hasta cuándo vamos a seguir así. Usamos nuestros ahorros y sólo nos quedan deudas”.
Entre las cadenas que sí lograron reabrir están HTL -9 de Julio y City Baires- y NH -9 de Julio, Lancaster y Centro Histórico-. “Finalizar el año con tres hoteles funcionando en la Ciudad de Buenos Aires es un indicio muy positivo”, había dicho a mediados de diciembre Julieta de Grazia, directora general Región Cono Sur de NH Hotel Group. Pero el temor a una segunda ola de contagios de Covid complica la situación de cualquier establecimiento porteño, incluso de los que están sobrellevando mejor el temporal.
“Tanto en 9 de Julio como en City Baires trabajamos con una cantidad interesante de turismo nacional y tarifa baja -destaca Javier Ferrarotti, director general de HTL-. Pero cuando comenzó a hablarse de la segunda ola, empezaron a bajar las reservas. El anuncio del rebrote hace que el futuro huésped replantee el viaje que ya tenía programado”.
Los que mejor subsisten lo hacen gracias a sus restaurantes, sobre todo si son al aire libre, o al alquiler de sus habitaciones para ser usadas como espacios de trabajo. “Incluso hay hoteles que han rentado su edificio a obras sociales o prepagas, para pacientes leves de enfermedades que no son Covid, o para posoperatorios”, precisa Vigliero. Otros, los menos, son reconvertidos en complejos de departamentos, oficinas o consultorios por parte de desarrolladores inmobiliarios.
En este panorama, desde el sector hay reclamos por los “excesivos requisitos” para postularse al Fondo de Auxilio y Capacitación Turística (FACT), destinado a ayudar a pagar salarios, gastos operativos o servicios. Y ya se hicieron pedidos formales a los gobiernos nacional y porteño para la reanudación del ATP y la exención de impuestos respectivamente.
“Ahora nos cortaron el ATP, pero nuestra situación no cambió con respecto a la que teníamos en diciembre -advierte Fresno-. Si no tenemos la ayuda, son muchos más los que van a cerrar la puerta”.