Cada 24 de marzo surgen sentimientos caros y contradictorios a los federaenses. El “ave fénix” que resurgió de sus propias cenizas, que debió pelear para su reubicación y dejo sudor y lagrimas en su reconstrucción. Contradictorios por el proceso vivido, muy caros por poder vencer la historia, muy sentido por lo que dejamos.
Nada se construye sin la participación del hombre, y el hombre, muchas veces en circunstancias adversas debe elegir en el marco de un contexto, que no eligió, pero su compromiso social y amor por su terruño, así lo requería. Los necesitaron, no fueron muchos, pero se hicieron cargo.
No creo que Humberto Aníbal Hartwig haya convalidado o convalide errores y medidas adoptadas en otros estamentos y que, seguramente, formaran parte de una página negra de la historia reciente.
Los procesos también se lideran. Federación necesitaba de líderes que aceptaran el desafió, sin importar los designios de la historia, sin compartir medidas de otros estamentos, pero que requería este sacrificio. Junto a otros, por entonces se lo requirió y necesitó para conducir el proceso más difícil y traumático de una comunidad. Traslado, reordenamiento de sus instituciones sociales y no gubernamentales y la reconstrucción del propio tejido social. Una tarea titánica, nunca reconocida y muy vapuleada por argumentos que no pertenecen al pueblo chico que quería vivir, renacer, surgir y no se lo lleve el agua y el olvido.
Fue eje en un momento que lo requería. Como joven abogado aceptó, sin máculas ni quejas, el desafío de enfrentar el reordenamiento; no es su culpa y quienes conocemos de sus valores morales, democráticos y respeto por las instituciones, sabemos de su posición y de la entrega moral que esto significó Para siempre quedaría como el “intendente del proceso”, como si eso fuera una mácula, un designio de mal vecino.
Pocos comprenden del sacrificio moral que ello significó, pero lo hizo por su pueblo y para reconstruir Federación.
El cuadro que descolgamos es parte de nuestra dura historia. Debería quedar presente en esos lugares, para quienes no la conozcan, generaciones futuras que no la vivieron lo interpelen al mirarla.
Seguramente, aquellos FEDERAENSES bien intencionados, sabrán claramente explicar que AQUEL CORTE DE CINTA significó un triunfo de todos y el comienzo de lo que hoy somos. Era una batalla ganada, y que uno de los fotografiados, era un hombre joven por entonces, que sin importar el devenir lucho para alcanzarlo.
Que descolgar un cuadro, no descuelgue de nuestra memoria a Humberto. No se lo merece. (Informe Ciudadano)