En el principal partido de la oposición de Entre Ríos no todos están de acuerdo con el cambio en el sistema de votación que propone Frigerio. No les alcanza con que el modelo de boleta única elegido permita el voto por partido. La estrategia de supervivencia de los intendentes. Las dudas sobre lo que aceptará el oficialismo.
El congreso provincial del PJ, que se reunirá el sábado que viene en Paraná, tiene en carpeta -dentro de un amplio temario- fijar posición sobre la reforma política que impulsa el gobierno de Rogelio Frigerio.
Así planteado, resulta difícil vaticinar cuál será el criterio que se impondrá dentro del principal partido de la oposición, por una doble razón: la amplitud de la reforma (se puede estar a favor en algunos temas y en contra en otros) y las diferencias que existen entre dirigentes de la primera línea del PJ sobre un aspecto central de la reforma electoral: la boleta única de papel (BUP).
Aunque no son los únicos que las sostienen, las posiciones se pueden personalizar -a los fines didácticos- en Rosario Romero y José Cáceres, dos figuras centrales en esta etapa del peronismo entrerriano. La intendenta de Paraná porque al retener la capital provincial en las elecciones del año pasado se convirtió en la gobernante más importante del PJ entrerriano, tras 20 años de control del gobierno provincial. Y Cáceres porque preside un partido que afronta un inédito reto: reconstruirse desde la oposición a un gobernador de buen vínculo con el peronismo, que proyecta -y en buena medida ya ha avanzado- reforzar la pata peronista de su frente.
Romero y Cáceres son aliados internos. El ex vicegobernador llegó a la presidencia del PJ como fruto de ese acuerdo. Tienen una muy buena relación. Pero no coinciden en la reforma electoral. Romero está a favor de la BUP, tanto que la impulsó como redactora del proyecto de código electoral que intentó, sin éxito, aprobar el exgobernador Gustavo Bordet en 2018. Y Cáceres mantiene su histórica oposición a la BUP. Defiende la boleta sábana partidaria porque entiende que las elecciones deben definir proyectos políticos y no personas.
Es un debate interesante que encuentra un punto intermedio en un detalle. La reforma que impulsaba Bordet y Romero en 2018 seguía el modelo de BUP de Santa Fe, donde se vota en cinco boletas separadas: gobernador, diputados, senador, intendente, concejales. En cambio, el proyecto que promueve Frigerio prefiere el modelo de BUP de Córdoba, que incluye todos los cargos en una sola boleta y contempla la posibilidad de votar por partido con solo marcar una cruz. Está más cerca de lo que quiere Cáceres.
Pero la Liga de Intendentes del PJ, que preside Romero, propone una modificación. Que los cargos se dividan en dos boletas: una BUP provincial (gobernador, diputados y senadores, eventualmente convencionales) y otra BUP local (intendente y concejales y, donde corresponda, autoridades electivas de comunas y juntas de gobierno). Es un punto intermedio entre el modelo Santa Fe y el de Córdoba.
En la propuesta de los intendentes peronistas no hay una eliminación total del efecto arrastre entre una categoría de cargo y otra -como ocurre en Santa Fe- porque se mantiene -como en Córdoba- la posibilidad del voto por lista completa partidaria. Pero ese efecto arrastre se limita al que pueda producir el gobernador sobre diputados y senadores, por un lado, y al que provoque el intendente sobre los concejales, por el otro. Se mantiene la posibilidad del voto por partido, aunque no ya marcando una sola cruz, sino dos: una en la BUP provincial y otra cruz en la BUP municipal.
Cáceres se podrá quejar porque en lugar de una cruz debería marcar dos y, lo más importante, porque se corta el hilo imaginario que une el proyecto político del partido en el orden provincial y el local. Pero, al mismo tiempo, podrá entender razones de supervivencia política de intendentes peronistas para una elección como la de 2027 que, a priori, se podría suponer difícil para la recuperación de la gobernación, si es que Frigerio va por su reelección y en el peronismo no emerge un liderazgo atractivo que consiga sintonizar con las nuevas demandas sociales y encolumnar a sus múltiples variantes internas. A las que queden y aún no se hayan ido con Frigerio, podría acotar algún peronista pesimista.
Lo bueno de discutir ahora la reforma electoral es que cualquier especulación hacia 2027 resulta, naturalmente, ciencia ficción. Al Gobernador le puede ir bien o mal. Pero también se podría suponer, por ejemplo, que Frigerio no habilitará la propuesta de los intendentes del PJ para evitar que sus candidatos a intendente, los de Juntos por Entre Ríos, hagan su propio juego local sin empujar al candidato a gobernador en las elecciones, liberando ese voto para arriba.
Así está planteado el debate en el peronismo. Con otros asuntos internos más urgentes, es posible que el congreso del PJ no se meta en la discusión de una reforma electoral que recién ingresa en la Legislatura y delegue en la conducción partidaria la definición de una posición frente a este tema.Fuente: Página Política